El mundo vive un período de turbulencia. A las mutaciones económicas empujadas por las nuevas tecnologías digitales y la inteligencia artificial, se suma el desafío de transformar radicalmente nuestras economías de cara a la emergencia climática. A ello se han añadido incertidumbres que creíamos desterradas como el asalto a la democracia liberal -incluso en aquellos países que parecían tenerla asegurada-, el fantasma de la guerra a escala mundial o incluso la posibilidad de una nueva pandemia que ponga en jaque la manera en que acostumbramos a vivir cotidianamente. En este escenario, la educación tiene un rol clave qué jugar en términos de la formación de personas capaces de enfrentar los desafíos que nos aquejan. Sin embargo, el estado actual de la educación en nuestra región no es el más auspicioso para ello.
Si bien América Latina fue pionera entre las regiones en desarrollo en avanzar hacia la universalización de la educación a inicios del siglo veinte y ha logrado cerrar las brechas que se mantenían en cobertura de educación primaria en el siglo veintiuno, todavía presenta grandes desafíos en cobertura, calidad y equidad.
Según datos de la UNESCO, al año 2019, Chile era el único país de la región que había logrado universalizar la cobertura de la educación media superior; mientras tanto, el resto de la región mostraba en promedio un 80% de cobertura, 15 puntos por debajo de los países desarrollados, y México apenas alcanzaba el 73%. América Latina en su conjunto presenta graves problemas de calidad educativa.
Según las mediciones PISA del año 2018, Chile, Colombia y México, los países latinoamericanos que se encuentran en la OCDE, están en los últimos lugares del grupo cuando se miden las habilidades cognitivas que adquieren los estudiantes en el sistema educativo. Junto al resto de los países de la región, estos se encuentran rezagados respecto a otros países de igual o menor ingreso en otras regiones del mundo. A esto se suman enormes problemas de segmentación y equidad de acceso, particularmente en el caso de poblaciones más vulnerables como son mujeres y pueblos indígenas. Países como Brasil, Colombia, México, Panamá, Perú, y Chile están entre los que tienen sistemas educativos más segregados del mundo, según las mediciones PISA. En este escenario, la pandemia del Covid-19 y el cierre de escuelas que trajo consigo implicaron serios retrocesos en términos de logro educativo y ampliaron las ya abultadas brechas.
Históricamente, la educación ha estado asociada a los grandes desafíos que han enfrentado los Estados Latinoamericanos.
En el siglo diecinueve, la expansión de la educación pública tuvo un rol fundamental en el aseguramiento del control territorial y la instalación de la idea de nación por parte de los nacientes estados independientes. Durante el siglo veinte, la educación fue parte de un esfuerzo democratizador asociado a las crecientes demandas por mejorías sociales por parte de diversas capas de la población. Asimismo, la educación adquirió cada vez más una relación con los requerimientos de la economía, asociada a los procesos de industrialización de los países y la necesidad de dotar a los trabajadores y trabajadoras de habilidades concretas para dicho proceso. Por último, a inicios de siglo veintiuno los debates educativos se han volcado cada vez más en visibilizar a la población rezagada educativamente por problemas sociales y económicos, enfocándose en los llamados jóvenes que no estudian ni trabajan, así como también en la necesidad de reducir la deserción.
En el actual contexto, la educación también puede convertirse en puntal para que los Estados Latinoamericanos utilicen la coyuntura como una oportunidad. Para ello, señalamos los siguientes cuatro desafíos:
1) La educación debe ir más allá de la formación en contenidos y competencias específicas y debe convertirse en una educación habilitante. Esto significa centrarse menos en el currículo y más en la enseñanza de habilidades emocionales y de resolución de problemas en escenarios complejos cada vez más esenciales para adaptarse a un mundo en constantes cambios.
2) La educación debe centrarse en transmitir valores que permitan enfrentar los grandes desafíos. Estos valores son, indefectiblemente, la democracia, el respeto por los derechos humanos y el cuidado del medio ambiente como pilares de la convivencia social y del futuro de la humanidad. En otras palabras, la educación debe ser capaz de formar no sólo a personas con ciertas competencias, sino más fundamentalmente, a ciudadanos y ciudadanas que comprendan sus derechos y responsabilidades y sean capaces de ponerse al servicio de la comunidad.
3) La educación debe basarse en un diálogo entre los distintos sectores de la sociedad. Esto implica fortalecer la pluralidad y al mismo tiempo, permitir la convergencia entre las visiones del sector privado, la sociedad civil y el Estado.
4) La educación pública es un pilar fundamental en cualquier sistema educativo. La educación pública permite no sólo la igualación de oportunidades para los menos favorecidos y el establecimiento de pisos mínimos de inclusión, sino también el fomento del sentido de pertenencia a la comunidad. Ello implica la necesidad de fortalecer la capacidad estatal tanto a nivel central como subnacional para ejecutar presupuestos y planes y de fiscalizar y asegurar la calidad de la provisión privada.
América Latina enfrenta los grandes cambios sociales, políticos, económicos y tecnológicos de nuestra época con sistemas educativos que limitan la capacidad de personas y empresas de adaptarse a dichos cambios. Es hora de usar esta coyuntura como oportunidad. Para ello, transformar la educación es clave.
Aldo Madariaga, Universidad Diego Portales y COES, Chile
Aldo Madariaga es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile ( www.udp.cl ) e investigador asociado del Centro de Estudios de Cohesión y Conflicto Social ( www.coes.cl ) y del Instituto Max Planck para el Estudio de las Sociedades ( www.mpifg.de/en).
Su trabajo trata de la economía política del desarrollo, particularmente el papel de las empresas y las instituciones. Ha realizado investigaciones sobre la política monetaria, la política industrial, la formación de habilidades, la política ambiental y la energía limpia. Se concentra principalmente en América Latina, pero también ha realizado trabajos comparativos con otras regiones como Europa del Este.
Contacto: aldo.mariaga@mail.udp.cl